Intercambio París

 

Ir a vivir a Francia dos semanas cerca de la capital es un gran desafío: hay que superar la barrera del idioma, acostumbrarse a una manera de vivir muy distinta a la de aquí (aunque Francia sea un país fronterizo), cambiar de horario, de compañeros, de perspectivas, incluso de clima. Hay que aprender a convivir con una nueva familia. 

Pero a cambio, que maravilla entender poco a poco un idioma hablado con diversos acentos, comunicarse con jóvenes de origen marroquí, turco, indio, portugués o ruso, seguir una clase de ciencias físicas  o de lengua griega en francés, descubrir un comedor moderno donde la comida no está nada mal, servirse un café ardiente de la máquina para calentarse las manos durante el recreo, vestirse como uno quiera y llevar un sombrero, tacones o un chándal si lo deseamos, disfrutar de horas libres entre clases para avanzar con la tarea, estudiar o tomar un descanso en un banco del patio. Pero ¡ojo! No significa que no tengamos que levantarnos cuando entré un profesor en el aula, que podamos dirigir la palabra a un adulto olvidando el usted o que escapemos a unas tardes de «colle» por haberse portado mal.  

¡Y las excursiones! El Sena, el Louvre, el Barrio latín pasando por la Calle Rivoli y sus tiendas, la Torre Eiffel con sus interminables escaleras y sus vistas espectaculares, Los crêpes de chocolate blanco, el Trocadero, los Campos Elíseos, el RER o el metro, etc… Y ¡qué de sesiones fotográficas: miles de selfies y la Gran Dama de Hierro admirada por todos! 

Un intercambio es compartir y descubrirse a sí mismo. Y cuando ocurre en París, resulta aún más mágico.

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